martes, 11 de diciembre de 2007

Antropología de la virtualidad. De los psico-nekos al fabbing.

Second Life es un experimento psicológico.
Comencé a utilizar ese programa con la intención (una intención que sigo actualmente remodelando) de realizar una curaduría. El desafío fue bien preciso: ¿qué significa realizar una curaduría en un mundo virtual? Muy lejos de desear conquistar una marca o inaugurar un detalle, mi propósito sigue siendo llevar la interrogación tan lejos como pueda ¿qué tipo de curadurías resultarían imposibles –no sólo por costos- por fuera de los mundos virtuales?
¿Qué limitaciones del mundo físico puedo superar conceptualmente en el universo digital?

Second Life es un prototipo de software emocional. Mi pregunta se fue deslizando hacia hipótesis antropológicas que en este mismo momento ocupan mi escritura ¿a qué conductas sociales inéditas invita la virtualidad?
Ya no basta con preguntarse cómo sobrevivirá la institución arte en un mundo electrónico. La determinación de exhibir lo que sea en un planeta de imágenes afecta inmediatamente los ejes axiales de esta experiencia.

Con Second Life nace una antropología y una sociología de la virtualidad. Porque si bien, en cuanto a su estilo, un avatar puede ser neko o noob (por utilizar terminología que circula entre los usuarios) la psicología de conformación de cada avatar resulta cada vez más diferencial.
Resumiendo muchísimo lo que muy pronto presentaré en detalle: hay usuarios que reinventan su personalidad en Second Life, que diseñan y ensayan una nueva especie de heteronimia, y con ella un tipo de sociabilidad muy distinta a la que conocemos, aunque construida con elementos que los que sí estamos muy al tanto.

O sea: la ficción no está fuera del avatar, no es sólo propiedad del contexto o paisaje. Pero ¿qué es exactamente una ficción?

¿Cuándo nace la ficción? ¿Cuándo y cómo nace, culturalmente, el concepto de ficción? ¿Cuáles son las historias que tenemos para explicarnos los nacimientos –teniendo en cuenta que todo nacimiento cultural es a la vez político y antropológico- de esa posibilidad que denominamos ficción?

Patrick Harpur ensaya una respuesta sorprendente explorando la figura del daimón en la historia. Construye un modelo de análisis de la imaginación como fenómeno cultural. Bucea en la transformación y adaptación, en la compleja autopreservación del mundo daimónico.
Cerca de muchos de sus materiales pero con una actitud potencialmente diversa Marc Augé (como lo vine desarrollando en algunos posteos anteriores) se muestra minucioso pero también alarmado por una nueva generación de ficciones.

Repasemos muy sucintamente el tradicional constructo: la ficción, en su sentido más clásico unido a su etimología más reconocida, es una acción, reconocida en el efecto de fingir, esto es, dar a entender lo que no es cierto. Brindar una existencia real a lo que no la tiene. Ficcionar, en este sentido, implica simular, representar de otro modo.
Sin embargo, la noción de virtualidad no condice con estos términos. El vocablo virtual proviene de virtus, fuerza. Aunque la noticia difiere y mucho según las tradiciones, virtual se entiende como aquello “que tiene virtud para producir un efecto, aunque no lo produce de presente, frecuentemente en oposición a efectivo o real, sino que tiene existencia aparente”.

Lo cierto es que ya no vivimos únicamente una psicología experimental y diferencial del avatar (algo que doy por llamar los psico-nekos) sino un tráfico que dejará obsoleto el sentido y los efectos de estas nociones.

La acción sigue variando. Y mucho. Y muy rápido. La ficción siempre tuvo su espacio diferenciado, su régimen. Mantuvo su frontera. Según de qué lado estabas, cambiabas de Ley. Duchamp, posiblemente reutilizando la definición patafísica de Alfred Jarry, modificó esta expectativa y nos sumergió de una vez y para siempre en la contemporaneidad.

Me refiero a otro tipo de experiencia, o de dilatación de la experiencia, cuando las leyes de la química y de la física se distienden.

Duchamp: "(...) Es simplemente la idea que es fácil de creer que frotando un fósforo se obtiene fuego, en fin, que la causa lleva a efecto. Pero encuentro que las leyes físicas tal cuales son, tal cuales nos son enseñadas, no son siempre la realidad. Creemos en ella o las experimentamos cada día, pero creo que es posible considerar la existencia de un universo donde estas leyes serían extendidas, cambiadas un poco, exactamente limitadas. Y por consecuencia obtenemos inmediatamente resultados extraordinarios y diferentes, y que no están ciertamente lejos de la realidad, porque, después de todo, cada cien años o cada doscientos años un nuevo físico llega y cambia todas las leyes ¿no es cierto? Después de Newton, hay otros e incluso habrá otros después de Einstein. Entonces hay que contar con este cambio de leyes en cuestión."

El concepto de virtualidad también se distiende y altera al régimen de la ficción provocando repartos cada vez más desiguales. Los diques que sostenían este régimen hace tiempo que comenzaron a exponer sus grietas. El ingreso moderado y excepcional de la ficción en lo real no es otra cosa que historia antigua.

Y no hay síntoma más contundente que el Fabbing.
El pacto entre el mundo físico y los mundos virtuales se redefine.
Pronto podremos decir: al principio era el software.