martes, 19 de febrero de 2008

Otros nutrientes (y sabores) de lo real

La tecnología (como el arte) comienza en tu cabeza. Con esto quiero decir: tecnología es también la imaginación que depositamos en la máquina, siendo la imaginación misma una tecnología insuperable.

En menos de quince años una inmensa cantidad de ciudades del planeta se poblaron de cybers, locales donde por unas pocas monedas podemos acceder a la web; pues bien, inconscientemente muchos derivados de la ficción de William Gibson, Neuromancer, se entrometen y entremezclan con la percepción cotidiana, la lubrican cada vez que los usuarios de todo el globo se zambullen en el cyberespacio, que no existiría ni siquiera como concepto sin un alto ingrediente ficcional. Otro tanto sucede con Snow Crash, la novela de Neal Stephenson: el Metaverso que define a Second Life está esculpido en su narración y a su vez ya no podemos releer este libro sin estar contaminados por la experiencia de este software. No sería nada difícil multiplicar los ejemplos; bastaría con citar a los hermanos Capek o a Jules Verne para apenas subrayar el intenso tráfico que interalimenta a las mitologías de toda tecnología con sus ejemplos, llamémoslos así, hardware.

Ya sabemos: la ficción es otro modo de utilizar lo real. La ficción es una alternativa a lo real, nunca su negación, al punto de que la realidad se alimenta insaciablemente de la ficción y viceversa. Con respecto a las direcciones de lo real, la ficción siempre será un camino perverso. No por otra razón se potencia con el vértigo de los malos usos. Hace muy poco Alejandro Piscitelli nos decía, con respecto a los micro-blogging y sus novísimas funciones: “usos que, como cualquier tecnología que se precie, seguramente no estaban en la cabeza de los que la inventaron. Todas las tecnologías fueron así. Pasó lo mismo con la electricidad, con la luz, con el teléfono, y pasó también con internet. Los que lo inventaron suponían que podía servir para una cosa, y los usuarios lo reinventaron”.

Los medios producen noticias que pretenden anclarse en lo real, pero que impactan certeramente en las circulaciones de ficción. Guy Debord y los situacionistas no dejaron de denunciar el avance de lo especular como un campo de maniobras intervenido. Pero lo cierto es que los medios producen información que se reutiliza de miles de formas diferentes. Uno de los conflictos de la blogósfera es precisamente ese: la producción de noticias impacta (y se multiplica) sobre muchísimos imaginarios, transformándolas en formas diferenciales.

En el arte argentino contemporáneo, Eduardo Costa subsanó y superó con The Fashion Show Poetry Event -realizado en Nueva York y en el que participó, entre otros, Andy Warhol- la ingenuidad y tradicionalismo del manifiesto Un arte de los medios de comunicación que en vez de zambullirse de pleno en la ficción (de contemplar la circulación incesante de contenidos) reducía su dinámica a la dialéctica naïf de lo verdadero (la realidad) y lo falso (la ficción, un informe). Para Costa muy pronto fue evidente que ya no se trataba de una “desrealización del objeto”, sino de una rematerialización de lo ficcional.

Lo virtual no es ficcional pero comparte la impronta de suceder en otra parte. Si el lustro en el que vivimos podrá ser recordado como “el lustro de YouTube”, el del intercambio y disponibilidad mas grande de la historia en materia de registros fílmicos y de video, quizá el próximo sea “el lustro del Fabbing”; y entonces se habrá cumplido, una vez más, el circuito de ida y vuelta entre lo virtual y lo físico.

La vida no es una ficción, pero sería muy poca cosa sin ella.

En momentos en que ¡por fin! la ética hacker gana más potencia y ductibilidad en nuestros circuitos artísticos (observo con inmensa felicidad el avance de iniciativas como Compartiendo el Capital), reutilizando el imaginario de las redes y de las prácticas artísticas, resulta imperioso insistir con las políticas de los regímenes de ficción.

"Las nuevas tecnologías de comunicación, en cuanto medios, son algo extraordinario, que multiplica las posibilidades. Ahora bien, por su éxito y por los modos que toman en la sociedad de consumo, puede ocurrir que los medios se conviertan en un fin en sí, bajo diferentes aspectos. Pienso que no hay que perder de vista que los medios de comunicación son medios y que las imágenes son imágenes. Pero como vivimos en un mundo donde la realidad está repleta de imágenes, podemos dudar acerca de cuál es el nivel de realidad exacta. (…) Sólo intensificando la relación con los medios y con las imágenes se podrá controlarla. Como ejemplo: si se les enseña a los niños a hacer películas, estarán menos alienados con la imagen, porque comprenderán que es algo que se fabrica. Hay que formarlos no como consumidores, sino como creadores. El nuevo humanismo es eso: formar a la gente para que controle los instrumentos. Formarlos para crear." Marc Augé.