miércoles, 16 de julio de 2008

Crímenes digitales

Ok, ok. La realidad miente. Pero ¿cómo miente? ¿Ficcionalizar es mentir? Hmmmm. Ficcionalizar es instaurar otro régimen de narración, jamás consensuado del mismo modo (al menos no de la misma forma en los últimos tres siglos).

“La realidad en peligro: los expertos creen que el analfabetismo podría estar involucrado”. Hace poco más de diez años, De Kerckhove encontró este titular de prensa y lo utilizó como epígrafe para su texto, Ataque a la realidad.

La realidad es información compartida. Información perceptiva, evaluada, debatida y aceptada. Las denuncias de Guy Debord sobre una expansiva especularidad en verdad refieren a un notorio cambio de régimen en la circulación, degustación, comprensión, intercambio y uso de modos de información que se mantuvieron más o menos estables durante unos cuantos cientos de años. Como aseveraba el citado titular de prensa, existe la sensación de que la distribución y dosificación de la información que interviene directamente en la construcción de nuestra cotidianeidad está siendo manipulada.

Este crimen de lesa irrealidad desnuda una guerra de información que implica dominios, desvíos e imposición de nuevos modelos. Desde tiempos inmemoriales, las prácticas artísticas propusieron ensayos de otros modos informativos. No por otra razón y al decir de Terry Eagleton, correspondió a la crítica señalar los excesos de esos intentos. Las formas artísticas pusieron siempre en evidencia las falencias, azares y conflictos de los modelos de realidad que cada cultura utiliza y define así como otras alternativas de intercambio.

Los sesentas quedaron muy pero muy atrás. Entonces las obras que tematizaban sobre la regulación y trafico de información de los medios masivos sólo señalaban el curso de lo electrónico a lo físico en una polaridad invariablemente binaria que culminaba en dos términos: o esto es bien es verdadero o bien es falso. Nos venían a decir: las interfases electrónicas (en ese momento la radio, la televisión, los teletipos) así como la información de los diarios podían manipularse, tergiversar. Ahora bien ¿Cagliostro o tantos otros ilusionistas no flexibilizaban y contradecían estos cursos con una predigistación artesanal?

Es que los Sistemas homogenizan las políticas de información que determinan qué es real y que no e imponen esas reglas como un bien de realidad común. Ya sabemos, el Sistema siempre tiene razón, aunque falle. Recuerden el comienzo de una película como Brazil de Terry Gilliam. Un insecto se posa sobre una máquina y logra que se imprima mal el nombre de un terrorista y que las fuerzas del orden secuestren por esta falla al individuo equivocado. Una información defectuosa, si es del Sistema, no se discute.
También me viene a la cabeza un terriblemente kafkiano episodio de la saga Ficcionario, historieta de los ochentas Horacio Altuna. También por un error de información, a un ciudadano se lo da por muerto. Cuando tiene que realizar ciertos trámites, no lo reconocen como ser vivo, porque la verosimilitud de la información de las máquinas se impone por sobre la constatación inmediata de su presencia biológica. Si el programa dice que el individuo está muerto, no existe percepción física que sea capaz de desmentirlo.

Apuntaba ayer en el Cippodromon, continuando con una charla que comenzó en el seminario Ciberculturas 98,5 % y continuada en Melpomene Mag referida a la presunta autonomía del ciberespacio y sus paralelismos con la autonomía de las prácticas artísticas, es decir, su posibilidad para desarrollar modelos de circulación de información muy diferentes a los consensuados en el mundo unplugged (otros recursos de la aún llamada ficcionalidad), que debido al simple hecho de que convivimos e interactuamos todo el tiempo con programas informáticos, los hackers (y su versión delictiva, los crackers) poseen un arsenal de recursos que los convierte en sospechosos permanentes en la vida anfibia (digital y analógica) que nos define culturalmente.

En esta dirección, un posteo titulado Rostricidad y Facebook del blog Restos de carne entre los dientes, leemos: “Facebook, myspaces, fotologs, todo el mundo está, ya no es esotérico esto de la interné. ¿No es más que un miedo paranoico la posibilidad de que te googleen y tengan [tus] datos, telefono, foto y las de tus “amigos”?”

No es ninguna novedad afirmar que hace tiempo que vivimos en la Sociedad de la Información, esto es, de otra forma de control político y regulación de lo que es real. La filosofía política de nuestro tiempo es por completo anfibia, porque nuestra ecología es sobreextendidamente anfibia. Más que nunca, las nuevas guerras y los nuevos crímenes se determinan en circuitos diferenciales de información. No existe visión de paralaje más intensa que las ecualizaciones entre el mundo físico y el digital.
Defendamos nuestros derechos anfibios. Aunque todavía no los hayamos delimitado del todo.


Cibergolem: “En realidad es hacer bueno el dictum de Max Weber cuando declara en La política como vocación que el verdadero político es aquel capaz de imaginar lo imposible para no quedarse anclado en lo ya existente, para poder regresar a la realidad conociendo sus posibilidades y alternativas. (…) Gracias a una imaginación activista y rebelde, podemos intervenir en cualquier situación, imaginar lo nuevo, moldeando la sustancia plástica del presente, las mentes, los objetos, los lugares, las acciones; proyectando nuestras ficciones, ficciones de ficciones, supuestas ficciones, ideas-ficción o ficciones quintacolumnistas como este tratado, del presente al futuro y del futuro al presente (...) Por eso necesitamos urgentemente a los visionarios, a los imagineros, a los imaginadores vocacionales, esto es a los especialistas en imaginación -artistas, creadores, constructores, científicos- para que utilicen la imaginación hiperpolítica (realista-activista) a la hora de concebir ese mundo en proceso de cambio total, ese proceso total que puede cambiar el mundo”.