jueves, 22 de enero de 2009

Tampoco soy compasivo en sueños

Conspiraciones anfibias: más Historia cultural de la virtualidad

La globalización también podría definirse como una alteración en la historia cultural de la virtualidad.

Posiblemente durante demasiado tiempo la virtualidad se haya definido negativamente, como la inconmensurable dimensión que sobrepasa al continente de los sentidos: más allá o más acá, intangible extensión donde todo parece aparente en tanto residuo de lo real.

La virtualidad históricamente no fue nada distinto a un atributo o aplicación indeseable de lo real: su frontera. Ahí donde lo real se transformaba en algo indeseable, ingobernable, insondable, lo virtual se redefinía.

Diversamente, el cyberespacio desde su misma concepción fue básicamente tránsito, es decir, alteró la frontera. Lo indeseable se transformó en productivo. Tránsito, desplazamiento, posibilidad de tráficos. Otro modo de desplazar mercancías.

En este sentido no es tan arriesgado argumentar que el cyberespacio capitalizó la virtualidad, le diseñó sentidos de producción, algo que casi no tenía antecedentes.

Marín Ardilla:La virtualidad es una estructura antropológica y una estructura de la experiencia, de la realidad. Esto quiere decir que entendemos la virtualidad como un componente constitutivo de la experiencia y, que por consiguiente, no es ella, una cualidad referida a algo independiente de la mente, del sujeto, ni algo que podamos reducir a un estado de cosas físico externo. Tampoco es ella un atributo novedoso de las máquinas contemporáneas, que gracias a su enorme poder de almacenamiento y procesamiento de información producen disponibilidades ilimitadas. La virtualidad es estructural a homo sapiens-demens ya que alude o se despliega gracias a nuestro desajuste frente a la naturaleza, a nuestro errar (recorrer en rodeos, habitar entornos, vagabundear) por fuera de la causalidad determinista, esa causalidad determinista y funcional que pone cada cosa en su lugar y cada lugar con su cosa.”

Si bien el tráfico, ese nuevo estado de bienes, resultó novedoso con la imposición y adopción del cyberespacio, por otra parte y en tanto avance clave de la virtualidad (de hecho, el cyberespacio es la virtualidad hegemónica de nuestra época) desde su concepción se mostró recargado de historia. William Gibson lo enunció así en su pionera novela, Neuromante: el cyberespacio como un corredor peligroso, otro territorio (virtual) de contienda.
No debería sorprendernos que ese combate no sea privativo de las condiciones de virtualidad. Por el contrario, la guerra por sus definiciones es un conflicto anfibio.

Esteban Mizrahi: “Podría pensarse que el resultado maduro de la historia virtual sería algo semejante a un único gran libro virtual, polifónico, multilingüe, de reelaboración constante y simultánea, provisto de una estructura de remisiones mediante la cual cada lector/autor podría escoger en cada ocasión un recorrido posible. Este libro virtual permitiría, en principio, el operar conjunto y simultáneo de personas de todo el mundo, de todas las tendencias, colores y disciplinas, en la elaboración de los hechos y en la fijación de los hechos en cuanto tales.

Y no de un modo vertical, es decir, controlado por el Estado o por un grupo económico o por alguna cadena informativa (lo cual ha dado lugar a la construcción de historias oficiales) sino de manera plenamente horizontal. Pero por muy fascinantes que puedan parecer las nuevas posibilidades historiográficas abiertas por la implantación planetaria de este nuevo dispositivo tecnológico, sus implicaciones distan mucho de ser alentadoras.”

Ya hace mucho tiempo que Derrick de Kerckhove nos alertó aseverando que la globalización es fundamentalmente materia de psicología más que de economía. “Las multinacionales son como la idea de Dios durante el Renacimiento. Su centro se encuentra en todas partes y su periferia en ningún sitio. La consecuencia de todo esto es que la cultura empresarial está convirtiéndose ella misma en una cultura universal.

(…) ¿Podría considerarse la economía como un amplio medio con el que la sociedad logra su propia integración sobre una nueva base psicotecnológica?”.

No debemos ser ingenuos: hace rato que, virtualidad mediante, las multinacionales lograron infiltrarse aún más en nuestro sistema nervioso. Linus Torvalds puso en práctica un efectivo plan conspirativo, pero eso fue sólo un comienzo. También sólo una parte: la virtualidad ya no es un desecho de lo real, y se expande tanto más allá de cualquier plataforma software.
La globalización se extiende en este tiempo en el cual lo real fue por completo avanzado (y desbordado) por aquello que durante siglos y siglos había logrado mantener a raya.
Un residuo con mucha historia.